Por Renán Vega Cantor-Luz
Marina López Espinosa
Viernes 21 de junio de 2013
Refiere en su introducción
el autor de este texto, el destacado y en plena juventud ya laureado Renán Vega
Cantor, que hace algunos años escribió un artículo de prensa con el mismo
título. Dada la naturaleza del escrito, no consideró del caso que sus
terminantes afirmaciones sobre la criminalidad ingénita al neoliberalismo
debían estar soportada en pies de páginas y bibliografía. Algunos lectores del
texto le indicaron al autor que tan drásticos señalamientos sin sustento
bibliográfico tenían más el carácter de un juicio de valor, una opinión, que la
exposición de una verdad acreditada por la evidencia empírica. Esta glosa era
además una expresión de desacuerdo con la aspereza de la calificación de los
economistas neoliberales como criminales reales -no metafóricos- de la peor
laya y del mayor nivel: genocidas y de lesa humanidad.
¿Quién dijo miedo? Esa
objeción sobre la supuesta gratuidad del juicio emitido acicateó la identidad e
integridad política del autor al tiempo que su rigor científico, condiciones
ambas que subjetivamente lo habían conducido sin ambages al juicio que hacía.
Ello dio como resultado que se nos vino Renán con un nuevo artículo de prensa,
sólo que esta vez hubo de ser recogido en un libro porque el tal tenía
seiscientas apretadas cuartillas, diez densos capítulos, y estaba soportado con
gran cantidad de pies de página y una bibliografía de ciento diez textos
especializados amén de numerosas páginas web consultadas.
Ajuste de cuentas hemos
dicho. Y es que este libro indispensable para quien quiera tener claridad del
mundo en que vivimos, es tal vez el más riguroso, exhaustivo y documentado
estudio que se haya hecho sobre ese fenómeno que para muchos no pasa de ser una
palabra que designa algo como un nuevo sistema económico, una que más o menos
se sabe qué es y parece consistir según dicen todos, en algo relacionado con un
nuevo orden inevitable del mundo que conduce inexorablemente a desmejoras para
los pobres y beneficios para los ricos. Y pare de contar. No mucho más sabe el
común de las gentes. Para esos neófitos, para los conocedores del tema y aún
para los especialistas, este libro les esclarece, detalla o profundiza, cómo y
por qué el neoliberalismo es además de una creación artificial de los centros
imperialistas del mundo para someterlo al dominio del gran capital
internacional, el responsable del genocidio más devastador al que haya sido
sometida la humanidad y todo lo que le es caro y preciso para su pervivencia:
la naturaleza, la cultura y un espíritu labrado en la morosa adquisición de su
conciencia individual, moral y social que le llevó miles de años.
Pero, ¿y por qué el
encarnizamiento específico con los economistas? Porque son ellos los que
prestan su contingente para que el mundo que ha de ser destruido –y lo está
siendo hoy en efecto como demuestra el autor con cientos de citas académicas
serias-, contemple primero el tósigo que lo ha de intoxicar, lo desee después,
y al final lo paladee como cosa buena los unos, necesaria o inevitable los
otros. “La globalización puede que no sea lo mejor, pero es imposible oponerse
a ella porque el mundo cambió y ya somos uno solo”; o “El TLC. nos va a acabar,
pero es inevitable y en todo caso crea otras oportunidades”: o “No podemos
vivir sin el comercio con los Estados Unidos”, se oye decir aún a los
industriales y empresarios que van a ser devorados por una de las muchas fauces
del monstruo.
Y ese daño lo hacen los
economistas partidarios o simplemente reclutados al servicio de esa causa.
Ellos colonizan la mente de las gentes ignaras o cultivadas, incluidas aquellos
que van a ser víctimas injustas y evitables de ese estadio del capitalismo, lo
mismo que la de naciones enteras, y lo hacen por la vía de pregonar a través de
los aparatos ideológicos de dominación a su servicio, la verdad mentirosa de lo
ineluctable del neoliberalismo. Pero no como un mal al que hay que resignarse,
sino todo lo contrario: como el bien inestimable con el que el sistema
capitalista en su permanente escalar en favor de la humanidad, le dispensó.
Y viene entonces porque no
es sólo una consigna vacua-, el “sustento teórico”, el discurso, los silogismos
perfectos que enmascaran sofismas abismales: que la mano invisible señala el
valor justo de las cosas y del trabajo, que la competencia premia a los
mejores, que el libre mercado abarata los precios y cualifica los productos,
que la economía abierta disminuye el costo de vida y da oportunidades a los
pobres, que la apertura económica aumenta las exportaciones y con ello el
empleo, que la globalización permite aprovechar las ventajas comparativas y los
recursos de cada país lo cual deriva en riqueza, que la inversión extranjera
axiomáticamente trae prosperidad al país receptor, que la baja en los salarios
es socialmente justa porque genera trabajo al desempleado, que la rebaja en las
pensiones subvenciona a los más pobres que no las tienen, que lo público es corrupto
y lo privado es probo, mejor dicho, como afirma tan serio autor, que patatín,
que patatán, hasta llegar a que los talentosos y tenaces siempre triunfan en el
modelo, mientras que los ineptos e impedidos es mejor que se…. que se….
ejem….ejem…
Eso es lo que hacen los
economistas neoliberales. Y el resultado está a la vista, absolutamente
incontrovertible: “el genocidio económico y social del capitalismo
contemporáneo” como subtitula su libro el profesor Renán.
La degradación de la
naturaleza a límites que se teme devenga catástrofe irreversible, el agua,
aire, especies animales y vegetales, semillas tradicionales, tierras fértiles,
selva, casquetes polares, capa de ozono y mil formas de biodiversidad, son
preocupación del autor que expone cómo la codicia del capitalismo exacerbada en
su faceta neoliberal, arrasará con aquello que si de alguna manera se lo puede
definir, es con el vocablo Vida. Y entonces nos recuerda las palabras
visionarias del riguroso científico y profeta Carlos Marx, “El capitalismo destruye
los dos manantiales de toda riqueza: la tierra y el trabajador.” Y cita las de
Francois Houtart que ciento cincuenta años después evidencia su rigurosa
ocurrencia en el mundo de hoy: “En ese sentido, el sistema neoliberal es un
“real genocidio”, porque está acabando con capas enteras de la sociedad humana
y del entorno natural.” Y todas las afirmaciones del autor en este punto cuyos
trazos catastrofistas para el presente y futuro de la humanidad podría alguien
suponer infundados, avaladas por estudios de universidades, sociedades
científicas e investigadores independientes de reconocida solvencia.
Hemos dicho de lo
exhaustivo, profundo y totalizador de este libro en cuanto a la múltiple
dimensión perversa – en lo humano, cultural, natural, genético, espiritual- del
neoliberalismo. Que victimizará primero a los pobres y destituidos del mundo
como sus obvios destinatarios naturales, pero después a todos los hombres,
incluidos sus ideólogos y beneficiarios así no lo hubieran previsto jamás.
También sucumbirán al extravío. Porque es el género humano el que puede perecer
en una concepción social donde la naturaleza y el hombre son objetos, mercancía
ofrecida en el altar de la codicia, terminando todo en la temida desaparición
del agua que nos es común, el aire que nos es común, la tierra fértil, el mar,
los peces, el humilde grano de maíz sin el cual no seríamos los americanos, el
minúsculo de mostaza, y aún las larvas y bacterias que nos son comunes y que
los dioses o la materia evolucionada sacaron del arcano de la nada para nuestro
goce y beneficio. Desaparición asegurada, cuando a la eliminación “pacífica” de
esos bienes por la vía instrumental de las leyes, los procedimientos, el abuso
de la ciencia y la tecnología y el adocenamiento de las conciencias, se aúne la
otra siempre bien dispuesta y al acecho, la de su destrucción por medio de la
violencia y el terrorismo tan sustanciales al neoliberalismo, que se puede
afirmar sin ellos no podría ser por absoluta inviabilidad ontológica.
Admirable esta obra del
profesor Renán Vega Cantor que sin hesitación alguna podemos señalar como toque
a rebato, tañido de convocación para que los pueblos del mundo, único lugar
donde se afinca la esperanza, se apronten a la ciclópea tarea de confrontar el
amedrentador poder del imperio enseñoreado del mundo. Y hacerlo antes de que lo
destruya. Por eso el autor en toda su vida como formador, académico y activista
social, reivindica y exalta la gesta de los movimiento sociales, las
organizaciones populares, los sindicatos, las tertulias conspirativas y los
grupos de estudio que han asumido la causa de impugnar los regímenes de miseria
y represión que los oprime, a los que sólo respalda la violencia criminal del
poder. Y por eso ha rescatado en una obra monumental, la saga centenaria de
gente muy rebelde, aquellos antepasados de apenas ayer que con organización,
protesta y muchos muertos, torturados y encarcelados –cómo no memorar a Raúl
Eduardo Mahecha y a María Cano- nos legaron patria en la forma entre otras, de
inmensos patrimonios públicos como Ecopetrol e Inravisión, y grandes
propiedades sociales como las leyes laborales de amparo a los débiles de la
relación capital-trabajo, con la consagración de la negociación colectiva y
consecuentes beneficios extralegales, la jornada de ocho horas, la huelga, los
permisos sindicales, la protección y estímulo al sindicalismo, las cajas de
compensación, etc, etc. Casi todo ello ya arrasado por el huracán neoliberal.
“Los economistas
neoliberales: nuevos criminales de guerra”, aparte la naturaleza científica que
le es propia como corresponde a un trabajo sustentado en la realidad del mundo,
tiene una dimensión política de primer orden como tenía que ser y se deduce de lo
dicho. Ese es otro mérito de la obra, dada la identidad ideológica del autor y
el vasto sector social que puede apropiarse de ella. Pero queremos resaltar
otro aspecto de ella: su dimensión moral. La cuidadosa disección del
neoliberalismo deja al descubierto las llagas de la clase que domina el mundo a
nivel universal, regional y nacional, la descomposición de su universo de
valores. Los mismos que sus presuntos depositarios reclaman hoy como los de
“los padres fundadores” que dieron vida a los Estados Unidos, cuya virtud moral
y religiosa pretendían superiores, lo que obligaría a su aceptación y
acatamiento por todos los habitantes del vasto territorio; y después, del mundo
entero.
Eran entonces los valores
de esa generación del nuevo país del norte profundamente imbricados con el
capitalismo, los que suponían superiores frente a los de otra religión,
formación social o sistema de gobierno al ser generadores de bien y justicia
para los conciudadanos, los que hoy se revelan postrados y sumidos en la descomposición.
No a otra cosa podía dar lugar el apetito desaforado de lucro y la riqueza
material como bien último a alcanzar, otorgándole inclusive ribetes religiosos
ya que ella sería la prueba de encontrar el “bendecido” gracia a los ojos de
Dios. Y no a otra cosa podía dar lugar una concepción férreamente
individualista del hombre en clara contradicción con la evidencia de su
naturaleza social y su forzosa realización en un entorno social. Ella conduce
por vía natural al egoísmo y éste a su vez al avasallamiento del otro en aras
del “derecho” de realizar las propias ambiciones vestidas de aspiraciones. Y de
ahí a la violencia cruel e injusta -Vietnan, Irak entre docenas-, ya no existe
distancia como es abrumadora su constatación en la construcción de la hegemonía
capitalista.
Renán hunde el estilete en
el cuerpo de un espléndido faisán de shopping centers, cruceros de lujo,
fortunas alucinantes y vidas de sibaritas, y lo que de allí mana, asusta. Y
ello convoca a la acción en defensa de la humanidad. Por eso este es también un
libro moral. Porque tiene que ver con la preocupación por el destino superior
del Hombre. Es un llamado angustiado y esperanzador a que las simples gentes
del mudo digamos ¡No más!