Rigoberto, Catherine y Oscar, medallistas en Londrés pero también unas ilustraciones de realidad viva de Colombia. |
Plata en vez de plomo o las vidas cruzadas de Óscar, Rigoberto y Catherine
Por Roberto Romero Ospina
BOGOTA / 2012-08-06 / Quizá nunca se han visto. Aunque son antioqueños, Óscar
Figueroa, Rigoberto Urán y Catherine Ibarguën, de 29, 25 años, y 26 años,
vivieron su infancia en pueblos perdidos de los Andes paisas, los dos primeros
y la niña de sonrisa eterna, en el Urabá antioqueño. Oscar en Zaragoza, bien al
nordeste, Rigoberto en Urrao, al oeste y Catherine en Apartadó.
Ahora, tras haber obtenidos sendas medallas de plata en las
olimpiadas de Londres, en pesas, ciclismo y salto triple, las primeras en la
historia del atletismo nacional, se devela la historia de violencia que
sufrieron los tres deportistas.
Óscar tuvo que marcharse con su familia campesina tras
sufrir los embates del conflicto armado en aquel pueblo de socavones de oro.
Paramilitares y guerrilla siempre han hecho presencia en Zaragoza, y su
confrontación solo ha dejado miseria y desplazamiento.
Las estadísticas no hablan muy bien del terruño. El 98% de
los 28.356 habitantes de Zaragoza, viven aún entre la pobreza y la miseria como
si los 17 años de la partida de los Figueroa de su comarca, petrificaran el
progreso allí. Doña Ermelinda, la mamá de Óscar, decidió hacer un par de
maletas e irse con sus cuatro hijos lejos de ese infierno de oro, relata un
periodista español que entrevistó al héroe de Zaragoza.
Oscar Figueroa. |
Cruzando la cordillera
Los recibieron familiares en Cartago (Valle del Cauca) por
un par de días hasta que consiguieron un rancho en arriendo en un barrio de
invasión. En ese momento la mamá comenzó a ser la cabeza del hogar. Se empleó
como ayudante doméstica en una casa de ricos y así comenzó a sacar a sus hijos
adelante.
Por aquellos años 80 de violencia, que desplazaron a los
Figueroa como a cientos de miles de colombianos, la estrategia utilizada por el
paramilitarismo en esta región liberal para disolver el poder creciente de la
Unión Patriótica, consistió en realizar las conocidas masacres de Segovia, el
Bagre, Cáceres y Valdivia, vecinas de Zaragoza.
El Estado no reaccionó con el vigor suficiente para impedir
ni mucho menos aclarar y judicializar estos hechos, incluso ante evidencias de
que se habían producido con la anuencia o abierta complicidad de miembros de la
Fuerza Pública. Lejos quedaban las estrofas del himno del poblado que hablan de
una “tierra de paz y bien”.
Óscar, a sus 12 años, comenzó en Cartago una nueva vida
disputándole a la miseria, esta violencia sórdida, un espacio para salir
adelante, haciendo de todo, desde “chino” de los mandados hasta vendedor de
golosinas en la calle. En la entrevista reseñada, Óscar pasó por un gimnasio
pobre del municipio, y o que unos jóvenes levantaban pesas y le gustó la idea
de hacerse grande. A sus primos que jugaban fútbol no les gustó tanto, pues
veían en él posibilidades de ser un buen centrocampista, pero el joven,
obstinado, se decidió por los “fierros”. Los otros, los de la competencia sana.
Cuenta Damaris Delgado, su primera entrenadora, que el
muchacho la impresionó porque en la segunda semana de entreno, el desnutrido
moreno de 34 kilos de peso corporal fue capaz de levantar 65 kilos en un solo
viaje.
Dos años más tarde, el entrenador de la selección
vallecaucana de halterofilia, Jaiber Manjarrez, lo vio ganar un campeonato y le
propuso irse a vivir a Cali para prepararse con los mayores. Óscar llegó a
vivir en un inquilinato humilde; con cama de colchón de paja y tablas heridas
por la polilla. Desayunaba, almorzaba y comía en la tienda frente al gimnasio,
cuentas que cada mes pagaba el entrenador.
El resto ya lo saben hoy todos los colombianos. Óscar, como
miles de compatriotas, ve en las filas militares, una forma de sobrevivencia
para huirle al desempleo. Óscar se hizo soldado y allí descolló en el deporte
de las pesas, que de nuevo le han traído la gloria al país. Primero con Isabel
Urritia, hoy destacada política de la izquierda, y hasta ahora la única presea
de oro para Colombia en unas olimpiadas.
Rigoberto Urán, muerde en la medalla de plata. |
El chance de la vida
La historia de Rigoberto no deja de ser menos dramática con
el agravante del asesinato de su padre en una calle de Urrao por paramilitares
cuando ofrecía billetes de lotería. El joven ciclista apenas tenía 14 años.
“Don Rigo”, viendo las cualidades de su hijo, había alcanzado a comprarle una
bicicleta al hijo en la que empezó a destacarse en cuanta prueba participaba.
Pero con la desaparición del padre el niño deportista no
tuvo otro remedio que contribuir con los gastos del pobre hogar, empleándose
como vendedor de chance y lotería. Aracelly, la viuda, y Martha, la hermana,
que era muy pequeña, salieron adelante con la ayuda del hijo mayor.
Sin embargo, su tenacidad y amor por el ciclismo logaron
nuevos horizontes para Rigoberto, especialmente en Europa. Allí ganó la
rigurosa Vuelta del Porvenir, en Francia, en 2004 y 2006.
Todos vimos la felicidad en los rostros de Aracelly y Martha
cuando los noticieros reprodujeron las instantáneas del triunfo de Rigoberto
seguidas por su familia en la transmisión en directo de la competencia de ruta
y que terminó aquel inolvidable domingo frente al Palacio de Buckingham, la
casa imperial inglesa.
Catherine Ibarguën. |
Los lances de Catherine
La vida de Catherine pasó por los mismos lances que vivieron
Óscar y Rigoberto bajo el sol antioqueño.
Como ellos, es otra desplazada por la violencia cuando sus
padres presenciaron el horror paramilitar que anegó todo el Urabá. El domingo
de dicha plateada, un noticiero trajo las imágenes del padre de Catherine,
feliz por la hazaña de su hija aunque en el exilio en Maracay, Venezuela.
“Acá lo encontramos, asilado tras huir de la violencia en
Colombia”, anotó el reportero. Como decenas de miles de compatriotas que han
buscado refugio en otros lares para salvar su vida, a costa, inclusive de
abandonar a sus hijos.
Las crónicas de ahora hablan que Catherine tuvo que ser criada
por una tía que en servicios varios trabaja hace 31 años y devenga aun un
salario de 250 mil pesos, y por aquella abuela que todos vimos en la tele llena
de orgullo de su nieta afrodescendiente.
Semejante fortuna solo alcanzaba para el alquiler una
pequeña pieza en Turbo. La alimentación consistía en arroz, plátano y agua de
panela.
Hoy se anuncia que el Instituto Colombiano de la Juventud y
el Deporte Coldeportes, que es justo reconocer le brindó apoyo, como a Óscar y
Rigoberto, le entregará de una casa. Con este respaldo también será instructora
para futuras generaciones que practiquen el atletismo.
Por desgracia, el talento de decenas de miles de
colombianos, en todas las expresiones de la vida, se pierden ante las carencias
como las que han vivido estas tres figuras, en un país que ocupa el triste
lugar de ser el tercero más desigual del planeta.
Las de Óscar, Rigoberto y Catherine, tres vidas cruzadas por
la violencia que aflige a todos los colombianos, pero que hoy se regocijan con
estos triunfos que por fin traen plata y no plomo al podio de la nación luego
de asaltar el cielo en Londres.
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