Por Nechi Dorado*, redactora de ANNCOL-CULTURA
Sabe a cielo de espanto,
a fuego sucio que arrasa el sentimiento,
es comparable aun dios excomulgado
hacia el a ver no feroz, vuelto despojo.
Me sabe a rosa ensartada por su propia espina.
Me sabe a canto de sirena enronquecida.
Sabe a caricia de hielo y repugnancia,
sabe a reptarde serpiente entre la hierba
con fuerza de Hecatónquiro silbante,
que devora a sus hijos, de repente.
Me sabe a noche sin pan de los hambrientos,
sabe a suspiro contenido frente al miedo,
a rebelión compulsiva del aliento,
a soledad de viejo, en el olvido.
Sabe a arcoiris de luto, tras la muerte.
Son cinco dedos huérfanos de mano,
O cinco manos huérfanas de dedos,
Manos heladas que emergen mutiladas
desde algún laberinto inexpugnable
desentrañando frases inconexas.
Va la traición montada en recovecos intrincados
encerrando una a una a las sonrisas,
en alguna telaraña inadvertida.
Sabe a daga ensartada
en la espina dorsal de los sentidos,
abriéndole las vísceras al tiempo.
Sabe a puñal que se clava por la espalda
a corazón que sangra, sin remedio.
Sabe a un adiós instalado para siempre
sabe a puerta cerrada y a lamentos.
No hay vuelta atrás si la traición se instala
Haciendo agonizar a la palabra,
Entre paréntesis de margen impreciso.
Se esconde la traición en madrigueras
decretando la muerte de los sueños,
producen jambre de lágrimas que cuelgan
como caireles,
Desflorando ala lealtad, con su veneno.
* En Antología "Aires de Cambio". De Venezuela a la América toda.
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