Camarada Raúl Reyes
Por Ingrid Storgen
Cuando el silencio duele, Camarada,
Se resiste mi voz a estar callada,
El alma estalla en mil pedazos,
el recuerdo se agita en la memoria,
vistiéndose de selva y de estrellas,
de espesura y de lágrimas al cielo.
Es este año y será el otro y el que siga,
que tu recuerdo vivirá en nuestras conciencias,
amasando la esperanza del mañana soñado
por tu fuerza viril,
por el combate y la batalla de amor por la insolencia.
Estás acá, en el medio del alma,
estás en cada niño hambriento y en cada madrugada,
la injusticia tiembla cuando escucha tu nombre
pues no logró arrancarte como quiso,
pues no logró matarte tras la muerte…
Estás acá, en este mundo en llamas,
estás en cada pueblo que se agita
y estarás acá,
cuando llegue el mañana…
Cuando el silencio duele, Camarada, se resiste mi voz a
estar callada.
Cuando el silencio duele, Camarada Raúl,
¡yo lo exonero!!!
Marzo 01-2009
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Ha muerto un hombre, como todos los días...
Por Ingrid Storgen
Así es la vida, si la
nombramos, sabemos que hay un punto final y es para siempre...
La muerte se presenta de pronto, inexorable, sin distinguir
color de piel, clase social, sexo ni nombre.
Se presenta y arrasa con lo que hasta un segundo antes de
llegar fuera una vida.
Pero hay vidas y hay hombres y hay mujeres.
Unas pasan así, como si nada, otras dejan su nombre
estampado en las hojas amarillas de la historia.
Sin importar si esa historia habrá de mencionarlos bien o
habrá de mencionarlos mal.
La muerte pasa y deja un sabor amargo en la boca y los ojos
húmedos y mil por qué que nadie podría responder si no, con: “es la vida”.
Aunque sea el final, así es la vida.
Nada hay tan seguro y que nos acompañe siempre, como la
presencia muda, sigilosa, de la muerte que no se aparta ni un segundo de
nosotros, sea lo que fuere que hagamos, que pensemos, que sintamos.
Y cuando la muerte arranca el último suspiro no es el último
suspiro de uno solo, es el último de muchos y de muchas, que diariamente se
alejan de este mundo para siempre.
Buenos y malos, blancos y negros, pobres y ricos, grandes y
niños.
Pero algunos trascienden, otros quedan en el círculo íntimo
que los llora hasta que la fuerza de la vida vuelva a dibujar una sonrisa en
los rostros desfigurados por el dolor, tras la partida.
Así es la vida, si la nombramos, sabemos que hay un punto
final y es para siempre.
Aunque la prensa no mencione a esos seres anónimos que
parten, pero sí se detenga en unos pocos.
Esos pocos que marcaron hitos, bien o mal pero lo hicieron.
No me sorprende la muerte, de tanto sentirla pasar se volvió
una presencia casi cercana, aunque no haya logrado ser su amiga ni haya podido
nunca ver su rostro frío y su mano helada arrebatando suspiros…
Hay seres que mueren un poco cada día y no de muerte real,
hay otros que mueren pero quedan vivos en las conciencias de quienes tuvieron
cerca. Y lo que es más, queda la idea flotando sobre sueños de aires
libertarios.
Se confirmó una muerte allí donde la muerte parece estar
enquistada para siempre, donde el poder de turno la erigió como una presencia
constante capaz de arrancar hasta las esperanzas, pero esta vez no pudo.
No lo mataron balas ni traiciones, no lo mató el odio,
sobrevivió al rencor, dejó derrota a los arquitectos de una obra macabra.
Simplemente fue Ella la que dijo “ya es tu hora”.
Y fue su hora, cerró sus ojos y partió no para siempre.
Partió para la historia.
Partió para instalarse en la memoria.
Allí donde la muerte no puede matar nada…
¡¡¡HASTA LA VICTORIA SIEMPRE!!!
Mayo 25 de 2008,
mientras el verde de la selva amenazada habla de “ayeres” y habla de mañanas…
Para Kaos en la Red, 25-5-2008
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