Anahit Aharonian[i]
(Publicado en contratapa Brecha, 31 de diciembre de
2008)
Treinta y cuatro años después, el 21 de diciembre
de 2008 parece que finalmente les dimos sepultura a tres compañeras -una en avanzado
estado de gravidez-y dos compañeros. Cinco que eran seis, los fusilados de
Soca,[ii]
los fusilados porque sí.
Diciembre
de 1974.
Hacía ya un año y medio que habían disuelto el
Parlamento, el país entero convertido en una gran cárcel y las cárceles repletas.
Entonces inventaron nuevos centros de detención, no sé por qué se les llama
"clandestinos", como si la legalidad importara a quienes detentaban
el poder. Apenas mataron al coronel Trabal en París, incomunicaron a todos los
presos políticos, quedamos totalmente aislados, como castigo (¿castigo?),
incomunicados de nuestra familia, de nuestros abogados que entonces eran aún
abogados civiles. No sabíamos qué podía ocurrir, a qué nuevas situaciones nos
iban a someter a nosotros y también a nuestros seres queridos que debían
soportar una nueva carga de incertidumbre acerca de nuestra realidad. No
podemos dejar de tener en cuenta las fechas, las familias no sólo no contarían
con sus seres queridos en sus mesas de Navidad y año nuevo, sino que estarían
más que angustiadas ante esta nueva arremetida.
En el
Penal de Punta de Rieles
Estábamos en el sector D, el de bolsillo rojo, que
tenía ventanas -pintadas de blanco- hacia el frente del edificio. Ellos vienen
a buscarme, ¿cuáles ellos?, ¿por qué? ¿Dónde me llevarán? ¿Para qué? Siempre
llegan y gritan. Esta vez también: "Prepárese 009, póngase el uniforme de
visitas". ¿De visitas? ¿Qué visitas si estamos incomunicadas? Rápidamente
Alba[iii] se escabulle y se interna en el baño, se sube
al inodoro para vichar desde la banderola y ver si reconoce a algún oficial,
adelantarse para intentar avisarme. Es inútil, no reconoce a ninguno. Entonces,
¿quiénes son los que vienen a llevarme? Como mi "uniforme de visitas"
no está aún dobladillado, será el de Sandra el que me ponga. Se abre la reja
del sector en medio de un tenso silencio, las compañeras están alertas en todo
el penal, vichando a través de todos los agujeritos que hacíamos en la pintura
de las ventanas, queríamos/teníamos que reconocer a quienes me llevaban. ¿Sería
sólo a mí o se llevarían a otras compañeras? Bajamos las escaleras, me metieron
en un vehículo militar todo cerrado, me vendaron y así me trasladaron sin
explicaciones, sin decirme por qué, para qué ni hacia dónde. ¿Quiénes son que
se mueven con tanta naturalidad? Alba no los reconoció.
Soca y la Casa de Punta Gorda
El viaje no es largo. Estacionan el vehículo luego
de que se abre una especie de portón. Me arrastran escaleras arriba. Es raro el
ambiente, no se oyen soldados pero sí el sonido del mar, las olas rompiendo
cerca. También oigo voces de niños. Trato de mirar por debajo de la venda y veo
piso de parqué. ¿Dónde estaremos? Parece absurdo, esto asusta más. No es un
cuartel y eso da mayor inseguridad, inseguridad que crece al ver guardias
diferentes: en los cuarteles los guardias son soldados de uniforme, acá no, acá
los guardias están de torso desnudo y portan armas que impresionan más, todo
impresiona más y ellos lo saben. Pero, ¿para qué me trajeron?
Simultáneamente me dicen que fueron al penal de Libertad
a buscar a Rubén[iv], mi
compañero, pero no lo trajeron a él, ¡ ¡ ¡trajeron a su hermano!!! ¿Error?
¿Generar una nueva confusión? ¿Irán nuevamente a Libertad a buscarlo? Comienzan
a "interrogar". ¿Interrogar acerca deque, si hace 15 meses que mi
compañero y yo estamos presos? ¿Sobre la muerte de Trabal? ¿A nosotros, bueno,
en este caso a mí? Resultaba grotesco, no entendía nada, ellos matan a un
oficial de su Ejército y me preguntan a mí quién lo hizo. Imposible creerlo.Y
tan descarada es la situación, tan impunes se sienten que me quitan la venda,
los puedo ver (¡¡los puedo ver!!), por lo que pregunto su nombre al primero que
tengo delante: "Mayor 300", es su única respuesta. Al siguiente no le
pregunté porque lo reconocí, era Gavazzo.
Cuando lo decidieron, algunos días después, me
volvieron a vendar y me llevaron de vuelta al penal, directamente a un calabozo
de aislamiento, ¿para prolongar la incertidumbre de todas las compañeras? Ellos
eran los que decidían sobre nuestras vidas y nuestras muertes. Algunos
quedaríamos vivos, otros no, y ya muertos decidían también si
"aparecerlos" muertos o simplemente desaparecerlos del todo.
Ellos decidían cómo, cuándo y cuánto torturarnos,
hostigarnos y, sobre todo, confundirnos a los de afuera y a los de adentro para
-finalmente- dividirnos. Finalizado el período de incomunicación de todas y
todos los presos políticos, llegaron las noticias: todo esto fue simultáneo a
los fusilamientos de Soca. Tiempo después supimos que habíamos estado en una
casa de altos frente al mar, al lado del hotel Oceanía, en el barrio de Punta
Gorda, donde vivían niños. También supimos que esos niños y sus mayores oían lo
que ocurría en esa casa, la hoy famosa por su clave: "300 Carlos".
[i] Ex presa política,
detenida la noche del 11 de setiembre de 1973 y liberada el 10 de marzo de
1985.
[ii] Héctor Brum, María de los
Ángeles Corbo, Graciela Estefanell, Floreal García y Mirtha Hernández.
[iii] Alba Sendic, apresada en
abril de 1974 y llevada al mismo cuartel donde yo estaba, el Cuartel de
Trasmisiones 1 (ex Batallón de Ingenieros 5) hoy Batallón de Comunicaciones 1 y
2.
[iv] Ruben Elias, preso
político desde la noche del 11 de setiembre de 1973 hasta el 10 de marzo de
1985.
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