viernes, 19 de abril de 2013

Las tres rayas del tigre




Por Alberto Pinzón Sánchez

La novela del maestro Pedro Gómez Valderrama,” la otra raya del tigre”, donde (como en la Vorágine  de Rivera pero con la diferencia de que aquí el personaje central  es real e histórico) se relata la brutalidad y violencia (la sangre y el lodo de Marx) del desarrollo capitalista con la que se efectuó  la llamada tercera bonanza de la quina, entre 1870 -1882, en las selvas del Magdalena medio, impulsada desde las poblaciones de la meseta andina del Estado soberano de Santander.

 Indudablemente, como toda buena clarinada artística (también como en el auge amazónico del caucho en la Vorágine) ha contribuido a profundizar en la verdaderos hechos históricos que le sirvieron de telones de fondo a la escena: La historia del surgimiento y consolidación de la oligarquía de hacendados, exportadores y grandes comerciantes, quienes  dominaron el panorama  político económico y social de este territorio y de Colombia, tales como el general Solón Wilches con su socio alemán Lengerke junto a Aquileo Parra, con el trasfondo de la guerra con Ernesto Cortissoz cónsul de Venezuela en Bucaramanga, por los cargamentos de quina, pero fundamentalmente por las miles hectáreas de tierras baldías adjudicadas entre ellos, preludio de las otras guerras sectarias del siglo XIX en Colombia. Mayores detalles se pueden ver el excelente  ensayo  del historiador Nectalí Ariza-Ariza: 

http://bibliotecavirtual.unl.edu.ar:8180/publicaciones/bitstream/1/1576/1/ES_17_32_2007_pag_143_165.pdf 

 En realidad fueron tres rayas del mismo tigre, las que estos avariciosos e inescrupulosos agentes del capitalismo trazaron en el llamado oriente Santanderiano: 1) El Camino al rio Lebrija. 2) El Camino del rio Sogamoso, ambos manejados desde la capital del Estado soberano de Santander por el general Solón Wilches con el  ciudadano alemán Geo Von Lengerke, y 3) el camino al rio Carare, adelantado por el negociante que poco después llegó a ser presidente de Colombia Aquileo Parra, junto con Manuel María Zaldúa, hermano del Zaldúa que suplió al presidente Rafael Núñez en 1882. Cada ruta con sus propias particularidades. Pero las tres,  parte de un mismo proceso en la historia de Colombia:

El complicado camino de la descomposición del régimen colonial español. La adaptación a las condiciones del mercado internacional  de materias primas forestales, especialmente selváticas, impuesto  en aquella época por  el sistema colonial de los imperios capitalistas a la periferia mundial, promovida en Colombia por las oligarquías regionales libre-cambistas de los partidos liberales y conservador, mediante guerras civiles sectarias del siglo XIX y parte del siglo XX . La construcción de vías de comunicación para unir el altiplano andino con la costa caribe utilizando el rio Magdalena, monopolizar el comercio exterior con sus rutas y apoderarse  de la inmensidad de aquellas “tierras baldías” selváticas para especular con ellas. Y finalmente, la utilización del Poder del Estado por parte de aquellos oligarcas para beneficio particular y el de sus clientelas adscritas; es la materia prima con la que  el maestro Gómez Valderrama amasa su novela.    

Finalmente, tres  hechos históricos narrados merecen destacarse por su trascendencia histórica: Uno, la ruina de los artesanos y pequeños comerciantes  que llevó en Bucaramanga  (setiembre de 1879) a la conocida revuelta de “la culebra pico de oro”. Dos, la amplia utilización del trabajo forzado o esclavo de reclusos y vagos en la construcción de las tres rayas del tigre, en la recolección de la quina  y en el reclutamiento de peones para que sirvieran de carne de cañón en aquellas carnicerías sectarias del siglo XIX llamadas “guerras civiles” de Colombia. Y tres, el exterminio definitivo de la indomable tribu indígena de los “Yariguies”, habitantes de esas selvas,  quienes resistieron valerosamente, hasta su extinción definitiva, la conquista de los españoles y sus continuadores criollos. 

Por eso,  con gran razón al final de su novela el maestro Gómez  Valderrama  escribe citando a Stendhal: “! Señor... Su espejo muestra  el fango, y usted acusa al espejo!   Acuse más bien al gran camino donde está el pantano, y más aún, al inspector  de rutas que deja que el agua se corrompa y el fango se forme”.   
              

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