Fronteras nacionales, descolonialidad
y memoria: Perspectivas y desafíos
Parte II
Por Horacio López.
En cuanto a la
colonialidad del saber, en el campo de la Historia, estamos en una batalla
contra esas producciones gestadas desde la herencia colonial. En estos tiempos
de Bicentenarios hemos levantado lanzas contra aquellos que subsumen la guerra
de independencia en fenómenos más amplios como la revolución liberal burguesa
en España. El historiador colombiano Medófilo Medina, en un artículo inédito
titulado “Consideraciones en torno al paradigma de François Xavier Guerra sobre
las Revoluciones Hispánicas”, señala que François Xavier Guerra “asume los
eventos ocurridos entre 1808 y1824-1825 como un proceso único entendido como la
crisis de la Monarquía Hispánica que condujo a una transformación en sus dos
pilares: la Península y América.”1
O el llamado “ciclo de revoluciones atlánticas” definido por historiadores
europeos y norteamericanos como Jacques Godechot y Robert Palmer. En las obras
de ambos autores ocupan un lugar central la investigación y la argumentación
sobre las revoluciones y otros eventos de cambios políticos que se
desarrollaron en los cuatro últimos decenios del siglo XVIII y los primeros del
XIX. Si bien la revolución en Hispanoamérica no es objeto de la preocupación
principal de estos historiadores, sí está incorporada en el modelo, así sea de
manera sintética.
En 1947 Godechot publicó
el libro Histoire
de l´Atlantique,2 en el que
en escala de larga duración aborda al océano Atlántico como sujeto y escenario
de acontecimientos y procesos históricos. En otra escala temporal Godechot
aborda en Les
Révolutions (1770-1799) la revolución asociada a una época y a dos
espacios geosociales: Europa y los Estados Unidos.3 En la misma
perspectiva este autor extiende su análisis al período comprendido entre 1800 y
1815: L´Europe
et l´Amérique à l´époque napoléonienne (1800-1815).4
El historiador
norteamericano Robert Roswell Palmer, en su obra The age of democratic revolution,5 concibe la
Revolución norteamericana y la Revolución Francesa como movimientos
pertenecientes a la misma serie de eventos históricos, de la cual serían
momentos culminantes pero no únicos. En verdad, Palmer construye un panorama
del desarrollo de lo que con su correspondiente acento político-ideológico se ha
denominado la civilización liberal de Occidente.
Cuando
se dice que Mayo de 1810 en Buenos Aires no hubiese sido posible sin la
invasión francesa a España, se está subestimando, creo, la dinámica propia del
cambio, y se está poniendo el centro en un hecho europocéntrico.
Entre las
deconstrucciones que se han venido produciendo en los últimos años en todas
partes del mundo, figura como una de las contribuciones fundamentales, como
afirma Edgardo Lander, “el cuestionamiento de la historia europea como Historia
Universal.”6
Historia europea como una
Historia Universal que no contempla, por ejemplo, a la revolución haitiana como
la primer revolución antiesclavista triunfante en el mundo, la primera
declaración de independencia y constitución de una República en Nuestra América
el 1º de enero de 1804. Frente a las limitaciones eurocéntricas, coloniales y
esclavistas de las revoluciones de Estados Unidos y de Francia, la Haitiana se
erigió como el primer proceso transformador que se propuso seriamente llevar
adelante la universalización de los Derechos del Hombre y de los principios de
Libertad e Igualdad.7¡
¿A qué se debe esta
indiferencia historiográfica?, se pregunta Martínez Peria en su Introducción a
su investigación titulada ¡Libertad o Muerte! Historia de la Revolución Haitiana. La
respuesta la da el propio autor al citar al antropólogo haitiano Michel Rolph
Trouillot, quien sostiene que “dicho proceso revolucionario, aun en el momento
mismo de su desarrollo, era para la cosmovisión racista del mundo occidental
‘impensable’, porque aquellos que lo llevaban adelante eran esclavos negros”.8 Porque para esa Historia,
obviamente -esto lo digo yo- , los negros no hacen revoluciones.
Debemos pues
descolonizar las categorías de la Historia, o sea no desplegar nuestra propia
Historia con categorías europeas. ¿Por qué atenernos a la convencional
periodización europea dividiendo la Historia en Antigua, Medioevo, Moderna,
Contemporánea?¿Por qué no inventar nuestra propia periodización?
Lo hizo el historiador
argentino nacionalizado chileno, marxista y de profunda identidad
nuestramericana, Luis Vitale. En su trabajo Introducción a una teoría de la Historia para
América latina, partiendo de la base de la necesidad de un enfoque
totalizante para esbozar una nueva periodización de la historia de
Latinoamérica, propone los siguientes períodos:
1º) Pueblos cazadores,
reproductores; más de 50.000 años AnE.
2º) Modo de producción
comunal; 5000 años AnE. 3º) Transición hacia las formaciones de las sociedades
Incas y Aztecas; 1000 años AnE. 4º) Formaciones sociales Incas y Aztecas y Modo
Producción comunal tributario. 5º) Formación social Colonial. 6º) Revolución
Anticolonialista, hasta la formación de naciones formalmente independientes;
1804-1860.
7º) Formación social
capitalista primaria exportadora; 1860-1890.
8º) Formación social
semicolonial I en los inicios de la fase imperialista; 1890-1930. 9º) Formación
social semicolonial II; de 1930 en adelante.
10º)Se inicia la nueva
fase con periodo de transición al socialismo (Cuba).9
Estaríamos en esta
última fase, incluyendo todas las luchas y cambios ocurridos en la segunda
mitad del siglo XX y las experiencias actuales en Venezuela, Ecuador, Bolivia y
Nicaragua.
Pero si pensamos la
Historia desde la lucha de los pueblos y los procesos revolucionarios, si
cualificamos desde el punto de vista de las rupturas producidas por cambios
profundos y revolucionarios, podríamos construir una subperiodización desde el
inicio del nivel 6º) de Vitale, no ateniéndonos a los Modos de Producción sino
a las rupturas políticas y sociales:
1º Subperíodo:
1804-1826/ 2º: 1826-1898 la guerra independentista en Cuba/ 3º: 1898-1910, rev.
mexicana/ 4º: 1910-1959/ 5º: 1959-1999 (Cuba, Chile en los 70, Nicaragua 79,
Chiapas 94)/ 6º Periodo: 1999 hasta nuestros días. Aquí entran los procesos en
Venezuela, Bolivia, Ecuador (las revoluciones bolivariana, ciudadana,
indígena).
Estas subperiodizaciones
no significan santificar la concepción unilineal y unidireccional de evolución
que, como nos dice Aníbal Quijano en Don Quijote y los molinos de viento en América
Latina, el eurocentrismo enseñó a pensar desde fines del siglo XVII10,
sino utilizando categorías como la de articulado o multilineal, lograr una
concepción reticular, de entramados nodales dialécticamente influenciables unos
por otros: La influencia de Venezuela en el continente, por ej., o la de
Bolivia sobre otros países hermanos con población indígena; la influencia de
las democracias como la argentina, ecuatoriana o brasileña sobre Honduras, por
ejemplo.
Creo que la
característica común entre el 1º y 6º subperíodos – o sea entre 1804-1826 y
1999 hasta nuestros días - es la Revolución Continental como objetivo
estratégico.
1
Medófilo Medina, “Consideraciones en torno al paradigma de François Xavier
Guerra sobre las ‘Revoluciones Hispánicas’”, artículo inédito.
2
Jacques Godechot, Histoire de
l´Atlantique (París: Bordas, 1947).
3
(París: Presses Universitaires de France, 1963). Hay traducción al castellano: Las revoluciones (1770-1799) (Barcelona: Editorial Labor,
1981). Un poco antes, este autor había publicado un extenso análisis sobre la
difusión de la Revolución Francesa en Occidente, La grande nation: l´expansion révolutionaire de France dans le monde
de 1789 à 1799, 2 vols. (Paris:
Aubier, 1956).
4
(París: Presses Universitaires de France, 1967). Hay traducción al castellano: Europa y América en la época napoleónica
(1800-1815) (Barcelona: Editorial Labor, 1969).
5 Robert R. Palmer, The age of democratic revolution, 2
vols. (Nueva Jersey, Princenton
University Press, 1959-1964). Antes de este libro, Palmer había publicado un
artículo en el que hablaba por vez primera de la “revolución democrática de
Occidente”, “The world Revolution of the west: 1763-1801”, Political Science Quaterly, 69.1
(1954): 1-14. Para un comentario sobre el paradigma interpretativo de Palmer
cf. Edoardo Tortarolo, “Eighteen-century Atlantic history old and new”, History of European Ideas, 34.4 (2008):
369-374.
6
Edgardo Lander, “Ciencias Sociales: saberes coloniales y eurocéntricos” en
Eduardo Lander, compilador, La
colonialidad del saber, ediciones CICCUS, CLACSO, Buenos Aires,
2011, p. 16.
7 Juan Francisco Martínez Peria, ¡Libertad o Muerte! Historia de la Revolución
Haitiana, Ediciones del CCC, Buenos Aires, 2012, contratapa.
9 Luis Vitale.
Introducción a una teoría de la Historia para América Latina.
Buenos Aires, 1992, Editorial Planeta, p. 66.
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