“Fronteras nacionales,
descolonialidad y memoria: Perspectivas
y Desafíos”
I Parte
Por Horacio López
Quiero comenzar
compartiendo con Uds. una definición que nos diera el Presidente de Venezuela,
Hugo Chávez Frías, en marzo de 2000,
a una delegación argentina del entonces llamado Congreso
Bolivariano de los Pueblos que lo fuéramos a visitar: “Si este proyecto (se
refería a esas ideas iniciales de la revolución bolivariana) queda dentro de
las fronteras de Venezuela, está condenado a morir.
¿Premonición lúcida
sobre lo que luego devendría en un cambio de época -como lo definiera Rafael
Correa- a este proceso sudamericano, o convicción profunda de un estratega
revolucionario?
Chávez estaba negando,
con esa reflexión, las fronteras nacionales, intuyendo que la revolución y el
socialismo en el siglo XXI serán posibles en tanto se planteen en el ámbito
continental, como parte de los cambios globales y universales por venir.
Esta
negación de las fronteras como realidad posible y positiva tiene una
correspondencia con la etapa histórica de nuestra guerra de liberación por la
independencia de los primeros años del siglo XIX: La guerra continental por la
independencia de lo que se llamó Hispanoamérica fue, al decir del chileno José
Victorino Lastarria, “el acontecimiento más grande de los siglos, después del
cristianismo”. A diferencia de otros imperios de Occidente en la antigüedad,
los colonizadores tuvieron que vérselas con una insurgencia generalizada; fue
continental, es decir tuvo como campos de batallas toda la geografía americana;
como ámbitos de debates, decisiones y constitución de los nuevos poderes, las principales
ciudades, y como objetivo en las mentes más lúcidas que la condujeron, el sueño
de la unidad.
El boliviano Marcos
Domich Ruiz -con cierta inspiración poética, en su libro La fascinación del
poder- llama a esta ola revolucionaria continental “una especie de
fuego santo común que inflama y contagia a las huestes del continente”, y
continúa: “La misma euforia, la misma esperanza e idéntica bravura despiertan
las acciones revolucionarias de Charcas, La Paz, Quito, Caracas, Buenos Aires,
Santiago, Arequipa, Montevideo o Cochabamba”.1
El mariscal Sucre, al
ingresar a la Audiencia de Charcas escribía a Bolívar, sin dejar lugar a dudas:
“En abril se habrá acabado esta fiesta y veré de qué nos ocupamos por la
Patria. Tal vez La Habana es un buen objetivo.” Estaba pensando en clave
continental al pensar en la Patria.
Entre los deseos y
objetivos de Bolívar y San Martín se abarcaba, infatigablemente, todo el
continente de habla castellana. Como nos cuenta Martí en Nuestra América:
“ se echaron a levantar pueblos los venezolanos por el norte y los argentinos
por el sur”.2 Y
no existían en sus mentes las fronteras, más allá de las naturales o militares.
El peruano Luis Alberto
Sánchez nos recuerda a destacados americanos que sobresalieron fuera de sus
fronteras de origen: “Flores, que había nacido en Venezuela, gobernó Ecuador;
La Mar, oriundo de Cuenca, gobernó Perú, así como Santa Cruz, nativo de la
actual Bolivia; Irisarri, guatemalteco, y Bello, venezolano, fueron prohombres
de Chile, y Rocafuerte, ecuatoriano, lo fue de México…”.3
Recién surgieron las
fronteras para separarnos, cuando los “espíritus de localías” - entiéndase la
voracidad de poder de las oligarquías regionales nacientes y personalistas
caudillejos militares -denunciados por Bernardo Monteagudo, no tuvieron reparos
en armar las repúblicas a costa de las cruentas guerras civiles.
Luego, en la historia de
dominación por parte del neocolonialismo y de resistencia por parte de nuestros
pueblos, tanto uno como otros anularon o habilitaron fronteras: EE.UU. con su
Destino Manifieto, Doctrina Monroe y Doctrina Maham, anuló fronteras con
América latina para mejor dominar y explotar.
Por otro lado, tanto en
el siglo XIX como en el XX creó fronteras con su política de aliento al
Secesionismo, metiéndolas como cuñas en países constituidos, como en los casos
de Texas, California y otros estados mexicanos, o el de Panamá separada de
Colombia, ambos casos quizás como los más connotados del XIX , y los intentos,
ya en nuestro tiempo, de Zulia independiente en Venezuela, la Media Luna en
Bolivia o Airrecú en Nicaragua, por citar algunos.
De manera que las
fronteras se crean o desaparecen como herramientas funcionales al
neocolonialismo.
Desde el punto de vista
de los intereses de los pueblos se levantan fronteras de resistencias a la
dominación y el coloniaje. Leopoldo Zea habla de que la resistencia es
fundamental en la memoria colectiva de Nuestra América contra esas fronteras
del imperialismo: “Amenaza que frustró Cuba y la Dominicana con la resistencia
de su gente. Una resistencia que nuevamente se hace patente en Venezuela, cuna
del Libertador Simón Bolívar. Resistencia encabezada por un militar bolivariano
que sigue su ejemplo, Hugo Chávez: ‘El ejército debe estar al servicio de sus
pueblos y no de los colonizadores’.”4
También nuestros pueblos
y sus gobiernos, en este cambio de época en Sudamérica, desarman fronteras con
categorías como lo Multicultural, lo Plurinacional y la Integración; categorías
que se incorporan a los textos constitucionales nuevos.
Esa resistencia al
coloniaje de que nos hablaba Zea nos lleva, en esta “transición del
colonialismo moderno a la colonialidad global”, a tomar, como dice María
Eugenia Borsani del Centro de Estudios y Actualización en Pensamiento Político,
Decolonialidad e Interculturalidad de la Universidad Nacional del Comahue, el
término decolonialidad
como “una postura de insurgencia epistémica política en pos de desandar,
desbrozar, desmontar la trama modernidad-colonialidad…”5 Y
aquí nos aparece una nueva frontera en el campo del conocimiento; dice Borsani:
“los estudios decoloniales coadyuvan a un posicionamiento fronterizo respecto
al rostro colonial de occidente, desde producciones gestadas desde la herencia
colonial, aún hoy abierta y desde la diferencia colonial, diferencia en la que
se resume la colonialidad del poder, del ser y del saber, es decir las tres
órbitas en las que se despliega la lógica moderna colonial.”6
2 “Hispanoamérica en lucha por su Independencia”,
(Textos fundamentales por) Miguel Hidalgo (y otros), Cuadernos Americanos,Editorial Muñoz
SA, México, 1962, p.117.
3 Luis Alberto Sánchez,Examen Espectral de América Latina, Editorial Losada,
Buenos Aires, 1962, p.17.
4 Leopoldo Zea, “La parábola del elefante y la
hormiga”, en Cuadernos Americanos
nº 96, 2002, en http://www.ensayistas.org/filosofos/mexico/zea/milenio/5-6.htm
5 María Eugenia Borsani, “Acerca del giro decolonial
y sus contornos” en Observaciones
Latinoamericanas, Sergio Caba y Gonzalo García editores, Ediciones
Universitarias de Valparaíso Valparaíso, 2012, p. 56.
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