sábado, 19 de enero de 2013

Mi tío Poroto






Nechi Dorado 

Mi tío Poroto se encontraba bien de salud, hasta que su mujer, mi tía Porota, a instancias de su hija, mi prima Tota, le dijo:

-Poroto, vas a cumplir 70 años, es hora de que te hagas una revisión médica-

-¿Y para qué?, si me siento muy bien-

-Porque la prevención debe hacerse ahora, cuando todavía te sentís joven-, contestó mi tía.

Por eso mi tío Poroto fue a consultar al médico.

El médico, con buen criterio, le mandó a hacer exámenes y análisis de todo lo que pudiera hacerse y que la obra social pagase.

A los quince días el doctor le dijo que estaba bastante bien, pero que había algunos valores en los estudios que había que mejorar. Entonces le recetó Atorvastatina Grageas para el colesterol, Losartán para el corazón y la hipertensión, Metformina para prevenir la diabetes, Polivitamínico, para aumentar las defensas. Norvastatina para la presión, Desloratadina para la alergia. Como los medicamentos eran muchos y había que proteger el estómago, le indicó Omeprazol y Diurético para los edemas.

Mi tío Poroto fue a la farmacia y gastó una parte importante de su jubilación por varias cajitas primorosas de colores variados.

Al tiempo, como no lograba recordar si las pastillas verdes para la alergia, las debía tomar antes o después de las cápsulas para el estómago, y si las amarillas para el corazón, iban durante o al terminar las comidas, volvió al médico.

Este, luego de hacerle un pequeño fixture con las ingestas, lo notó un poco tenso y algo contracturado, por lo que le agregó Alprazolam y Sucedal para dormir.

Esa tarde, cuando entró a la farmacia con las recetas, el farmacéutico y sus empleados hicieron una doble fila para que él pasara por el medio, mientras ellos lo aplaudían.

Mi tío, en lugar de estar mejor, estaba cada día peor.

Tenía todos los remedios en el aparador de la cocina y casi no salía de su casa, porque no pasaba momento del día en que no tuviera que tomar una pastilla.

A la semana, el laboratorio fabricante de varios de los medicamentos que él usaba lo nombró "cliente protector" y le regaló un termómetro, un frasco estéril para análisis de orina y una lápiz con el logo de la farmacia.

Tan mala suerte tuvo mi tío Poroto, que a los pocos días se resfrió y mi tía Porota lo hizo acostar como siempre, pero esta vez, además del té con miel, llamó al médico. Este le dijo que no era nada, pero le recetó Tapsín día y noche y Sanigrip con efedrina. Como le dio taquicardia le agregó atenolol y un antibiótico, Amoxicilina de 1 gr. cada 12 por 10 días. Le salieron hongos y herpes y le indicacon Fluconol con Zovirax

Para colmo, mi tío Poroto se puso a leer los prospectos de todos los medicamentos que tomaba y así se entero de las contraindicaciones, las advertencias, las precauciones, las reacciones adversas, los efectos colaterales y las interacciones médicas. Lo que leía eran cosas terribles. No sólo se podía morir, sino que además podía tener arritmias ventriculares, sangrado anormal, náuseas, hipertensión, insuficiencia renal, parálisis, cólicos abdominales, alteraciones del estado mental y otro montón de cosas espantosas.

Asustadísimo, llamó al médico, quien al verlo le dijo que no tenía que hacer caso de esas cosas porque los laboratorios las ponían por poner.

-Tranquilo, Don Poroto, -no se excite- le dijo el médico. mientras le hacía una nueva receta con Rivotril con un antidepresivo Sertralina de 100 mg. Y como le dolían las articulaciones le dieron Diclofenaco.

En ese tiempo, cada vez que mi tío cobraba la jubilación, iba a la farmacia donde ya lo habían nombrado Cliente VIP.

Esto lo hacía poner muy mal, razón por la cual el médico le recetaba nuevos e ingeniosos medicamentos.

Llegó un momento en que al pobre de mi tío Poroto las horas del día no le alcanzaban para tomar todas las pastillas, por lo cual ya no dormía, pese a las cápsulas para el insomnio que le habían recetado.

Tan mal se había puesto que un día, haciéndole caso a los prospectos de los remedios, se murió.

Al entierro fueron todos, pero el que más lloraba era el farmacéutico.

Aún hoy, mi tía Porota afirma que menos mal que lo mandó al médico a tiempo, porque si no…

Tía Porota quedó con la conciencia en paz, pero con tanto miedo a morirse que creo que terminará muriendo de miedo. Para colmo, hoy mientras estábamos tomando mate en el jardincito que tío Poroto regaba todas las tardes antes de hacerse fanático y obediente de los laboratorios farmacológicos, que gracias a dios cada día se vuelven más poderosos y podrán salvar la vida de muchas personas, tuvimos un llamado telefónico que nos dejó heladas.

Era una voz muy solemne la que dijo cuando levanté el tubo -Muy buenas tardes, ¿la señora Tota? La estamos molestando de Jardín del Hasta Siempre. -Usted sabe que en la vida estamos de paso, eso es inexorable.
-Cuesta pensarlo, pero es la realidad. Le ofrecemos una parcela en Jardín del Hasta Siempre. Un excelente lugar adonde nuestros seres queridos (o nosotros mismos) descansaremos el sueño eterno. –

Tenemos planes y presupuestos acordes a sus posibilidades. -en el lugar encontrará mucho verde plantas de exterior finas y exóticas, donde las aves hacen sus nidos permitiendo que nuestros deudos no sientan el frío de los cementerios públicos, adonde va cualquiera y se entremezcla gente de bajo nivel y ambiente dudoso con los que somos cultos y refinados.

Uno tiene que pensar en el dolor de los que quedan hasta el día del reencuentro.

En mi cabeza sonaban los acordes del Bolero de Ravel,  me imaginaba entrando allí y a mi familia arrojando pétalos de rosas color te.

Un tambor repicaba ¡¡¡¡¡Jardín del Hasta siempre!!!!!!!
 Y la melodía se convirtió en un sonido monocorde
 que decía Ia-tro-ge-nia, iatrogenia,

La,la, la, la, lalalalalalalala, la,la,la, Iatrogenia por acá, la,la,la,la,lalalalalaaa. Aaaa aaaaa aa a-a-a-aaaaaaaaaaa

Corté pensando en tío Poroto y tía Porota.
 Yo, la Tota, dios mío, una parcela en el Jardín del Hasta Siempre seré una muerta distinguida la envidia de mis vecinas ¡¡¡¡¡¡Y la puedo comprar hoy!!!!!!!!

Lalala, lala, lalalala, lalalaaaaa, lalala, lalalalaaaaaaaaaa. Le conté a tía Porota y secándose una lágrima respondió:
- ¡hubieran llamado antes de que se nos vaya el tío Poroto!

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