viernes, 21 de diciembre de 2012

Haciendo memoria: El primer bombardeo al Caguán




Haciendo memoria


"-¿Y los campesinos?, pregunto al coronel.
-No se preocupe. Sólo bombardeamos objetivos específicos militares, muy lejos de las cabeceras municipales y los centros poblados.
"Ojalá que sea así", pienso en silencio."

El primer bombardeo al Caguán
Crónicas de Henry Holguín


Eran las 12 de la noche del miércoles 20 de febrero (2002). Cien pilotos despegaron sus aviones cargados con 400 bombas explosivas para lanzarlas sobre 85 objetivos identificados en la zona de despeje. Henry Holguín cuenta lo que pasó.
Germán es uno de los jóvenes mecánicos de aviones en la Base Aérea de Apiay, muy cerca de Villavicencio. Desde allí saldrán 50 naves más con un solo rumbo: los 42 mil kilómetros de la zona de despeje. Está sudando, acosado por el calor de la madrugada llanera. Empuja una bomba de 500 libras para incrustarla bajo el ala de un avión Bronco OV 10 cuyo piloto espera impaciente tomando un café al lado de la nave.
Otros cuatro ayudantes y el conductor de un pequeño tractor, pujan y sudan mientras la bomba, -verde oscura, con dos aletas y punta roma- es por fin acomodada en su lugar. El piloto tira al suelo el vaso plástico vacío e incentivado por el chorro de cafeína, sube a la nave que parece impaciente por despegar. Es su noveno vuelo esta noche. En cada uno de ellos ha dejado caer mil libras de explosivos de las 200 mil que se arrojarán sobre los 85 objetivos militares que fueron identificados desde hace varios meses por estudios de aerofotografía realizados con el apoyo de inteligencia militar norteamericana.
Germán, el mecánico, sonríe mientras la nave inicia el carreteo zumbando como una abeja metálica. No puede olvidar que hace apenas unos minutos, con su navaja, ha marcado la bomba en un costado con una leyenda singular: "Se les acabó la fiesta" .
En otro lugar de la misma pista del aeropuerto de Apiay, el teniente Mejía jamás imaginó que al regresar de su primer vuelo y ya descargadas las bombas de su Bronco iba a ser recibido en tierra por 30 periodistas que habíamos llegado desde Bogotá minutos antes, con toda la parafernalia de luces y cámaras.
El joven y rudo oficial, encandelillado por los flash, no quería al principio responder nuestras preguntas. Pero hubo una que lo obligó a contestar.
-¿Cree usted que está haciendo patria?
El teniente Mejía se acomoda el casco que medio le cubre el rostro .
-"Todos los días, a todas horas, en todas partes".
El piloto nos lo contó todo. Cómo inicialmente, al partir en su primera misión efectiva dentro de la operación "Tánatos", le había molestado la completa oscuridad, pero en minutos se acostumbró a ella y, confiado en sus instrumentos, buscó las coordenadas para su primer objetivo: un puente construido por la guerrilla y utilizado, según las autoridades, para meter secuestrados así como insumos químicos con destino a los laboratorios del Caguán. Por allí se supone que fue trasladado el senador Jorge Gechen Turbay, luego de su espectacular secuestro en un avión de Aires obligado a aterrizar en una solitaria carretera huilense el pasado miércoles 20 de febrero y que se convirtió en el elemento definitivo para la decisión presidencial de romper el proceso de paz después de más de tres años de negociaciones.
-"Objetivo a la vista... ", le dijo el teniente Mejía por el micrófono a su copiloto, mientras en el visor de su tablero de instrumentos veía claramente el puente señalado por un recuadro.
Apretó entonces un primer botón y después otro. Y entonces las dos pesadas bombas se desprendieron de las alas y cayeron con un silbido escalofriante que recuerda Mejía emocionado.
Explotaron justo debajo de la nave que se elevó, grácil como un pájaro, ya liberada de su peso, para traer de regreso a la base de Apiay al teniente y a su copiloto.
Pero mientras los pilotos de la Fuerza Aérea Colombiana bombardean los 42 mil kilómetros de la zona de despeje, en el Ministerio de Defensa, los generales Fernando Tapias, Jorge Enrique Mora y Héctor Fabio Velasco, coordinan todos los detalles de la gigantesca operación.
El general Velasco, comandante de la Fuerza Aérea, acaba de explicar en este cuarto cerrado, sobre una mesa tapizada de mapas y rodeados de equipos de comunicación, en qué consiste la operación "Tánatos". Con su dedo índice ha señalado los 85 objetivos militares que deberán ser bombardeados entre las 12 de la noche y las 3 de la mañana. Ha explicado con su bajo tono de voz característico, que primero sobrevolarán en maniobra de reconocimiento, los "aviones fantasma" de la Fuerza Aérea y luego entrarán en acción los bombarderos Bronco OV10 con ayuda de Mirages, traídos de Palanquero, Barranquilla y Tolemaida.
Por último, los helicópteros artillados. El intenso bombardeo, el más violento en la historia colombiana precederá la entrada, por ocho sitios diferentes, de los soldados de tierra.
El General lo sabe, pero no nosotros, los 30 periodistas que estamos embarcados en un avión en el aeropuerto de Catam, listos para partir.
Una vez en el aire, el viejo y gigantesco avión de fabricación española, se retuerce como si fuera a desbaratarse en medio de los embates del viento. Estamos" cruzando la cordillera y llegando al cielo del Caguán. Somos los primeros en sobrevolar la zona después de que el Presidente de la República diera a la guerrilla de las Farc un perentorio plazo de dos horas y media, para abandonar la cancelada zona de despeje.
-Ya estamos sobre el área... –nos comunica el coronel de la FAC encargado de nuestra seguridad- Si miran con atención, podrán observar los bombardeos.
Allá abajo, a 20 mil pies, las bombas silban y explotan con un repentino resplandor blanco. Observamos veloces sombras iluminadas sólo con luces de posición, que surcan el cielo bajo nuestra nave: son los bombarderos de la FAC que a esta hora dejan caer 200 mil libras de explosivos sobre las bases construidas por Manuel Marulanda y sus hombres.
Observo fijamente las pequeñas cabecitas de fósforo luminosas que se encienden un segundo en medio de la oscuridad, sobre la tierra. Creo que cualquiera que esté allá abajo debe estarla pasando muy mal.

-¿Y los campesinos?, pregunto al coronel.
-No se preocupe. Sólo bombardeamos objetivos específicos militares, muy lejos de las cabeceras municipales y los centros poblados.
"Ojalá que sea así", pienso en silencio.

A eso de las 3 y 20 minutos de la madrugada del jueves 21 un sonríente capitán costeño, recién bajado de su Mirage, nos dice: "La mayoría de pistas clandestinas que mostró el Presidente en su alocución de las 9 de la noche, ya están destruidas a esta hora...". Y no sólo las pistas. Otro piloto confirma que han bombardeado puentes y carreteras construidos por la guerrilla en estos tres años y pico de zona de distensión.
- "También volamos cuarteles y campos de entrenamiento... ", dice el capitán costeño, quien nos informa que gastó 15 minutos en su Mirage entre Barranquilla y Apiay.
No ha habido fuego antiaéreo. Ni respuesta armada alguna.
-"Por bien informados que estuvieran, no creemos que hayan alcanzado a sacar a toda su gente.
Nos dicen que en el Caguán, luego de la alocución del Presidente salieron montones de camionetas 4X4 cargadas de guerrilleros rumbo a las pistas clandestinas de aterrizaje que fueron construidas por las Farc. Pero no hemos visto avionetas ni nada parecido. En realidad, allá abajo pareciera que no hay nadie. Falta ver cuando amanezca", agrega el capitán.
El teniente Méndez, un joven y lampiño oficial de ojos claros y tez morena, acaba de descender de su avión que inmediatamente es artillado de nuevo por Germán y los otros mecánicos.
Le pregunto si tiene miedo:
-"Tengo más miedo de tener miedo", responde con una sonrisa.
Regresamos a Catam a eso de las 4 de la mañana en el mismo desvencijado CN235, un milagro de buen mantenimiento que demorará una hora en llegar nuevamente al aeropuerto militar en Bogotá.
Cuando aterrizamos, la helada madrugada sabanera nos recibe con su abrazo de hielo.
En la entrada principal de Catam un grupo de soldados con el rostro cubierto por pasamontañas y pesado equipo a la espalda, montan guardia con poderosos fusiles M-16.
- ¿Cómo hacen para aguantar este frío?, les pregunto temblando.
Uno tira su cigarrillo al piso y lo aplasta con su pesada bota. Luego responde, masticando las palabras.
-¿Y qué quiere que hagamos? Esta es la guerra... iY apenas está comenzando...!
Cuando salimos, de Catam despega otra media docena de naves, rumbo al Caguán. Tiene razón el soldado. Esta guerra, apenas comienza.
 
(*) Publicada el 25 de Febrero de 2002

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